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0033 El anti-Pilatos. 11-01-2025

albertosampablo

 Ayer, entre una expectación extraordinaria, el funambulista Trump, subido a la cuerda floja de la justicia, seguía proclamando su inocencia y la caza de brujas correspondiente. El juez que debía dictar sentencia sobre los 34 delitos del caso Stormy Daniels, se enfrentaba seguramente al caso de su vida, la acrobacia más extraordinaria de su carrera.

 

Expresidente con delitos pendientes confirmados merece sentencia condenatoria. El felón, casualmente, ha ganado por goleada las elecciones a la presidencia de nuevo, y está a diez días de jurar el cargo. -“A ver, guapo… dicta sentencia si te atreves”.

 

Se puede escuchar una grabación completa del audio del juicio. El juez se explica, pero se explaya poco. Tiene ganas de decir lo que debe decir y largarse a casa. Dice que la acrobacia del funambulista merece un castigo porque es sin duda alguna un caso de culpabilidad de 34 cargos, pero también dice que el caso es, como se sabe, un caso de gran excepcionalidad e impone la libertad incondicional (lo que aquñi se conoce como absolución) …

 

Solución: Culpable eres, pero te aplico el “Unconditional Discharge” y te vas a casa de rositas. Eso sí. Se te recordará como el primer presidente de la EEUU convicto como culpable de delitos penales. -“Sr., le deseo buena suerte en su segundo cargo como presidente.” Este “buena suerte” del juez Juan Merchan sonaba asombroso, pero más asombroso aún es este final de culpabilidad sin pena asociada.

 

En derecho europeo esto sólo puede convivir en casos de menores: Este chico es “culpable”, pero es inimputable por minoría de edad… Aquí se entiende… Pero la Naranja Mecánica tiene 78 años.

 

Libertad incondicional se da siempre que un juez considera que no hay culpabilidad ni, por lo tanto, hecho punible (el famoso adagio latino: nulla poena sine culpa). Lo sorprendente de este caso es que se dictamine una libertad incondicional cuando se acaba de declarar una culpabilidad sin margen de duda sobre 34 delitos.

 

Aquí hemos visto un ejemplo del magnífico pragmatismo de los EEUU. El juez Merchan se lava poco menos que las manos. -No seré yo quien le meta en la cárcel. Si los americanos lo han votado, que lo disfruten 4 años (-van a flipar- parece resonar en la sentencia).

 

Qué años más raros, la verdad. No sabemos si Trump es el anticristo, pero el juez Juan Merchan, que se lava las manos ante un caso en que el reo ha sido declarado culpable, acaba de convertirse en el Anti-Pilatos. Aquí no habrá crucifixión, sino entrega del destino del mundo a este pobre diablo.

 

Se me ocurre preguntar: ¿Alguien le podría al menos cortar la oreja? Pero de repente aparecen las imágenes de su oreja sangrante tras los disparos de Thomas Matthew Crooks en Pensilvania. Un escalofrío recorre mi espalda.

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